Un grito es suficiente para que te oigan. Un enfrentamiento cara a cara en el que la voz es la juez y la música su acompañante.
Guitarras, baterías y bajos suenan en un intento por superar lo imposible...una voz cantante que domina el tugurio del que está presa.
Fuerza, vigor y destreza van de la mano, ayudando a unas cuerdas vocales heridas y enfadadas.
Uno de los bajos tiene la osadía de retar al juez, haciendo frente a una apuesta perdida en un intento por demostrar su dominio y superioridad... Nefasto...
¿Cómo se puede ser tan estúpido?
Los sentidos se aturden manifestándose en unos rostros inquietos y deseosos por ver los resultados.
Sostenidos y bemoles decoran las notas vocales e instrumentales inundando el tugurio de un sonido infernal y agresivo.
El bajo no cesa en su empeño pidiendo socorro a unas cuerdas afinadas; cada vez golpeadas con mayor insistencia y maestría...pero no es suficiente.
La voz enloquece al bajista provocándole un cambio de rostro, ahora tranquilo y desenfadado.
El micrófono deja de ser compartido para convertirse en un único servidor.
La voz anuncia el final del duelo con grito sostenido y ambicioso. Los instrumentos cesan en su acompañamiento dictaminado por el final de la partitura.
Un grito es suficiente para que te oigan... un grito es suficiente para que te dominen... Un grito es suficiente para generar miedo...Un grito es suficiente para decir BASTA.
María Aguilar Cuenca
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