martes, 19 de marzo de 2013

Jardín Botánico de la UMA

Muchos no nos detenemos al caminar por los alrededores del Campus... Es más, de vez en cuando tan siquiera tenemos tiempo de pasar por nuestra propia cafetería o permanecer sentados charlando de temas tribales con los compañeros al calor del sol o en algún asiento acomodado. Suele pasar que caminamos con prisa, con nuestra mirada fija en el reloj y pensando qué clase tenemos y a dónde debemos dirigirnos exactamente. Nada nos distrae (o no debe distraernos) y siempre tenemos presente la pertinente obligación de asistir a clase en el horario y lugar acordado. Soy la primera de todas que opina que como tal la asistencia a clase es un deber personal, algo útil y necesario para poder llevar al día la universidad y salir adelante con los exámenes y buenas calificaciones, pero sí que pondré un pero al respecto.

Sé (y creo que no me equivoco al decirlo) que a no ser que tengamos que hacer un trabajo, ir a una tutoría, asistir a clase o hacer un examen, no pisamos la universidad, y mucho menos vamos por darnos el gusto de darnos un paseo. Tampoco hay nada que ver, pensaréis... no os falta razón en decir que aquello no tiene más que facultades de todo tipo, pero hay un lugar en el que no mucha gente repara al respecto: El Jardín Botánico de la UMA. La verdad voy bastantes veces ahora que lo pienso, y la última vez que lo hice fue una experiencia muy grata. 

Recuerdo que esperaba para una tutoría, y me quedaban horas y horas muertas sin nadie con quien charlar o tomarme algo. Llevaba encima un libro de Dan Brown, "La conspiración", y había empezado a leérmelo ese mismo día. Estaba soleado, de estas veces que el calor pega como si fuese verano, y pensé en que leer al sol sería algo gratificante para pasar el rato. Como ya había ido otras veces y siempre suele estar bastante solitario, me dirigí al Jardín Botánico y me senté en un banco a leer. Nunca he sentido tanta paz en un lugar. Olía fresco, los rayos lo iluminaban todo y proporcionaban un agradable calor, el sonido de la fuente y el agua caer era lo único que se escuchaba... Todo ello sumado a que de los alrededores manaba el verde y algunos puntos coloridos sin parar me hizo sentirme especialmente bien.

Recomiendo la experiencia, solo o en compañía (también he dado muchos paseos acompañada), ya que es un lugar en el que el silencio y la paz son reyes absolutos. No os centréis solo en ir a clases o encerraros dentro de una cafetería. En la UMA hay más cosas, y esta es una de ellas.

Lucerania Cortés Gavilán

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