miércoles, 3 de abril de 2013

No estaba dentro de mis planes.



No estaba dentro de mis planes, era la ciudad que me alejaba de lo que más deseaba en ese momento, y  no era solo el hecho de que prefería otra ciudad, era mucho más que una cuestión de preferencias de lugares. Como es lógico en estos casos, Málaga era la ciudad maldita que me alejaba de Granada, no podía sentir otra cosa que no fuese odio hacia ella. Hice todo lo posible por evitar Málaga, pero mi sueño de poder estudiar aquello que me llenaba pudo más, y aunque motivada por la carrera universitaria, y resignada con la ciudad, me trasladé a Málaga.
Cada día me arrepiento menos de esa decisión, cada día me enamoro un poquito más de esta ciudad. No podría centrarme en algo en concreto, porque Málaga es Málaga en su conjunto, en su todo, es única.
Y no solo la ciudad en sí, si no su gente. Ese arte de la gente malagueña.
Y es que al venir a Málaga, no solo me encontré con unas playas de arena fina por las que pasear, una Calle Larios en la que un mes al año se respira cine en cada uno de sus rincones, unas vistas sobrecogedoras como las de Gibralfaro, o un sinfín de lugares cada cual mágico a su manera, al venir a Málaga también me encontré con los malagueños, que sin duda alguna, algunos se que van a dejar su huella en mí.
Se podría decir que cada día me siento un poquito mas boquerona, y un poquito más enamorada de Málaga.

Ainara Fernández.

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