Desde el más escondido pueblo con sus casitas blancas hasta
el mismísimo centro. Desde los abuelos paseando hasta los más chicos que aun
gatean.
La calle Larios la conoce todo aquel al que le preguntas, ya
venga de la mismísima Cochinchina. Los helados de casa Mira o de la Inma son
conocidos en toda la provincia, y todo aquel que viene y no los conoce, raro es
que se vaya sin probarlos.
Los diferentes museos, desde el que nació aquí con sus obras
tan peculiares hasta la señorita Thyssen con sus millones y “donaciones”. Los
restos más árabes desde donde observar una de las mejores vistas de la ciudad. Un
equipo de fútbol que a día de hoy lleva el nombre de la ciudad por Europa y el
mundo entero. Unas playas que, aunque más que arena tienen tierra, son
envidiadas por muchos. Por no hablar del “pescaito”.
Nos conocen en muchos lugares, nos envidian, quieren
visitarnos. Pero para los que somos de aquí, o por lo menos para mí, se me hace
pequeña. Quizás tengamos playas, quizá tengamos unos espetos que ni los rocen
en otros lugares, o un clima envidiable. Pero tras haber pisado muchas grandes
ciudades, siempre que vuelvo me llevo una decepción. Málaga sigue sin ser una
ciudad grande, o al menos, tener el ritmo de esta. Y eso se echa en falta, la
oferta de eventos, masas de gentes. Tendrá sus ventajas, y en esta ciudad he
vivido momentos que no cambio por nada, pero le falta eso, el ritmo de una gran
ciudad.
Guillermo del Castillo Amaya
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