Veo como los muertos
viven sumidos en un sueño lejano, luchando por despertar del oscuro
mundo en el que se encuentran.
Me siento tras la mesa y
miro por la ventana mientras doy un sorbo a mi amargo café. Observo
a esas maquinas.. observo como caminan, como hablan, como
saludan.Simplemente observo...
Me gusta observar.
Bebo. Mi café está
frío, tan frío como lo que ven mis ojos a través de la ventana,
frío como esos muertos, como esas maquinas, como esas... personas.
¿Sociedad? Sí, eso es, sociedad.
Veo repugnancia,
conformismo, sumisión, alegría, libertinaje, amor, odio, inocencia,
pulcritud, discreción, elegancia, machismo, capital...
El cielo cubierto llora
con ahinco alterado por un viejo amigo del invierno que mece con
brusquedad el follaje que compone la avenida. Los muertos caminan,
dejando ver una mascara hecha de piel e hipocresia agradable a ojos
ajenos a los propios con una ligera sonrisa en su saludo al conocido.
Veo el escondite que cada
uno ha tenido que forgarse obligado por aquello que comunmente se
conoce como lo correcto, miedo o rechazo.
Bebo. El último sorbo me
obliga a mirar la hora. El tic tac del reloj me recuerda que es hora
de empezar un nuevo día, es hora de salir ahí fuera; es hora de
colocarme la máscara y pasar desapercibida, es hora de ser una mas,
es hora de hacer lo correcto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario