La verdad es que llevaba unas expectativas no muy altas
sobre esta peli, pues aunque me habían hablado bastante bien de ella y había
leído y oído bondades de numerosas personas, nunca me gusta llevar las expectativas
muy altas pues no sería la primera vez que me llevo un gran chasco.
Me dispuse a ver la película como el 99% de las veces que
veo una, sentado en el sofá.
Los primeros minutos de la película me crearon un
desconcierto que, no recordaba haber experimentado nunca, o al menos de esa
manera con ninguna otra película en mucho tiempo. Quise saber más y, aunque el
género de esa película no era de los que más me atrajese, no podía apartar mi
vista de la pantalla.
No pienso hacer spoilers ni nada por el estilo, porque creo
que es una película que todo el mundo debería ver, porque sin duda merece la
pena.
Roman Coppola y Wes Anderson son los encargados de dar forma
a una de las cosas que hace de esta película lo que es, una gran película. No
es otra cosa que el guion, que sencillamente es excelente. No deja suelto un
cabo, “representa una especie de no-mágica Nunca Jamás – ese fugaz instante
cuando el mundo puede ser tan pequeño y un ingenuo enamoramiento puede
consumirlo todo”. No he vivido los años 60, pero la película nos los transporta
de una manera impensable, espectacular. Te teletransporta a la historia.
Los actores no se quedan atrás, los dos niños
protagonistas, Kara Hayward y Jared Gilman bordan el papel pese a su prematura
edad. La caracterización de ambos personajes es excelente y, pese a tener casi
una nula trayectoria, realizan un papel que a un actor con 30 años en la
profesión no lo sería fácil realizar. Es, entonces, cuando tengo muchas ganas
de verles en su próximo papel, porque hay que tener a ambos chicos muy
vigilados, que prometen.
La historia avanzaba y con cada segundo mi interés
aumentaba. Moonrise Kingdom puso un punto más en mi opinión de que no hacen
falta mil efectos especiales superguays para producir una película. El director
de fotografía tuvo una gran importancia. Paisajes, ambiente de la década de los
60, procesado de la imagen… los planos, reinados por el travelling, son muy
característicos y le dan un seño de identidad a la película.
No me quiero entretener mucho más, ya que yo, de crítica de
cine, más bien nulo. Pero es una de esas pelis que, aunque no sea comercial ni
te la vendan, merece la pena ver. Es una de las películas con las que más he
disfrutado y son unas pocas de cientos las que he visto. Y sin duda, la
recomiendo a todos, que os sentéis, disfrutéis, soñéis y viváis lo que viven
los protagonistas, porque realmente merece la pena.
-Guillermo del Castillo Amaya-
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