martes, 19 de marzo de 2013

Decanato


El silencio me envuelve al entrar en ese lúgubre pasillo.
Un laberinto de paredes cálidas y ambiente frío. Puertas gemelas se cogen de la mano, con la única diferencia de los números que descansan sobre ellas a modo de sombrero. Escasos bancos abrigan la estancia ...

En la planta superior de la facultad de ciencias de la comunicación existe un lugar en el que el miedo y la soledad se apoderan de los alumnos. 
Un lugar intimidante que invita a los lloros y desconsuelos. Un lugar en el que eco es el principal protagonista, alertando al alumno de la llegada de su sentencia.
El pulso se acelera y la mirada se pierde, en un intento por querer aligerar la llegada del mandatorio de aquel reino que se oculta tras una de las puertas. Una mirada que busca la imagen que espera con ansia pero que a la vez teme.
Muchos de los alumnos que visitan aquel lugar no desean volver a hacerlo. Correcciones de exámenes e intentos de subidas de notas priman en aquel lugar, provocando ese estado de nerviosismo y esperanza en aquellos que tienen valor para subir a esa segunda planta.

El alumno se pierde en aquel laberinto en su intento por buscar la puerta correcta y, una vez encontrada, llama con recelo y timidez mostrando una actitud sumisa, con la sola finalidad de recordarse a sí mismo su cometido; intentar caer en gracia al profesor del que depende su nota.

Pocos, muy pocos son los alumnos que tienen el valor suficiente de reclamar desde su verdadera personalidad, sin hacer uso de las máscaras que muchos se crean en pos de conseguir su fin: Aprobar la asignatura.

María Aguilar Cuenca

No hay comentarios:

Publicar un comentario