Nuestra querida rectora y órganos
superiores nos quieren mucho cada vez que una cámara les apunta o un micro les
encañona, pero la realidad es muy diferente.
Nada más tenemos que pasearnos por
nuestras clases, que como muchos compañeros han comentado, es un sótano. Un
sótano que debería servir para almacenar material como mucho, y no como una
granja donde tener encerrados a los alumnos. Sin ventanas, sin saber que tiempo
hace en el mundo exterior o sin saber si ya ha anochecido o no. Para salir de
aquella cueva, un aulario que se cree metro, por eso de ir retrasando la “fecha
de lanzamiento”. Pero de todas formas, ¿para qué queremos ese nuevo
superedificio? Ventanas que apuntan a la pantalla (a ver quién es el guapo que
ve los power points) o 2 enchufes por clase (porque los 4 que hay detrás de la
mesa del profesor, a ver quien llega a ellos). Otra perlita de la UMA, vaya.
Y por otro lado no quedan más que
las optativas que se pueden pagar tras haberse guardado en su bolsillo el
dinero que iba destinado para todas las demás. Y me refiero a los políticos,
pero finalmente la UMA no deja de ser eso, política. Cuando entré a la carrera,
me prometieron un porrón de optativas, escritas en un panfleto, y me da que no
quedan ni la tercera parte. Para eso estamos los ciudadanos, para que nos
recorten eso que ellos no se recortarán.
Guillermo del Castillo Amaya
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