martes, 19 de marzo de 2013

Zulo D'Or Ciudad de Vacaciones



 Alumnos de la UMA, según los fabricantes de sillas

Bienvenidos a la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Ese edificio que compartimos con los de Turismo (sí, no tiene mucho sentido) y que pisarás en pocas ocasiones. Y es que Ciencias de la Comunicación no es la facultad, es el zulo.

Es mágico el primer día que llegas al zulo y descubres que no es más que un sótano. Es un sitio en el que la palabra “ventana” renueva su significado para convertirse en algo totalmente indispensable en tu vida. Sus “maravillosos asientos” comparten con los de la facultad la cualidad de que están ideados para los muñecos Lego (pues ninguna espalda humana carece de cierta curvatura, creo que el que hizo los asientos no conocía la palabra mágica en diseño: ERGONÓMICO). Abres tu portátil para coger apuntes y descubres la filosofía de la UMA, que es algo así como: “¿enchufes pa’ qué?”. Abatido por no poder enchufar tu ordenador, miras en tu horario qué toca ahora. Inserte aquí 20 palabras que contengan “audiovisual” o “teorías”, y tendrá una asignatura cuyo título es más difícil que el temario en sí. Y mientras escuchas dos horas a un profesor pensando en por qué no hay recreo (sí, los de la tarde pasamos hambre, en cinco minutos no da tiempo a comerte un bocata de jamón), tu columna vertebral intenta huir del dolor y sientes como cada vez te sobra más ropa (porque en invierno también hace calor en Málaga, y más si no tienes ventanas).

Luego llega el momento en el que sales del zulo. Estás nervioso, porque no sabes si todavía estará el sol, si será de noche, si habrá llovido o si habrá caído un meteorito y nosotros seremos los únicos supervivientes.


Ana Algarín López

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