Si
lo que buscáis es una película biográfica que os acerque a una figura histórica
como es Genghis Kan olvidaos de ésta. La ópera prima (2012) de Jolbayar y
Shagdarsuren no pretende retratar la figura del emblemático conquistador, de
hecho éste ni aparece por la película a pesar de que se le nombra, en su lugar
prefiere centrarse en una pequeña unidad de su ejército formada por diez
hombres, denominada aravt, y la
misión que tienen que llevar a cabo.
El
objetivo principal de los protagonistas queda planteado desde el comienzo del
filme: a este aravt se le encomienda
la misión de encontrar a un jefe médico capaz de curar la enfermedad que asola
al ejército de Kan. Durante el trayecto, uno de los miembros de la unidad
encuentra un bebé en un campamento arrasado y decide cuidar de él sin saber que
el padre del niño, jefe de una tribu rival, pretende vengarse y recuperar a su
hijo. Pese al rápido planteamiento de la trama el desarrollo de esta se toma su
tiempo, prefiriendo regocijarse en la travesía de los jinetes protagonistas o
en sus profundas conversaciones.
No
os molestéis en intentar conocer a los distintos miembros del aravt o en seguir el escaso desarrollo que
sufren a lo largo de la cinta, que es bastante sencilla, relajaos y disfrutad
del vasto paisaje mongol, que se muestra en toda su grandeza, y de los elementos
históricos y culturales. El rodaje se realizó íntegramente en la selva de
Mongolia permitiendo a los mongoles demostrar sus grandes habilidades como
jinetes en un país que da una imagen despiadada e inexorable. Hay que esperar
hasta la mitad de la obra para poder ver cómo se desempeñan nuestros héroes en
el combate armado en una breve escena de acción, a modo de calentamiento para
lo que será la batalla final. Será en este momento cuando se sucedan las persecuciones,
las luchas a caballo y la acción tan esperada. En una de las escenas finales me
llamó la atención un soldado que, pese a que el resto de sus compañeros
utilizan un arco, emplea una ballesta, el hipster del grupo supongo.
Al
igual que en otras producciones audiovisuales de acción, como ‘300’ o ‘Spartacus’, se emplea el slow motion, consistente en ralentizar la acción para
luego acelerarla en el momento de mayor impacto, recurso que dota a este filme de
un toque cómico debido a la exageración en la aceleración. La banda sonora compuesta
por música puramente oriental, junto a uno de los personajes que la acompaña en
ocasiones con su armónica, ayuda a la inmersión en la historia por parte del
espectador. Pese a que pudiera parecerlo debido a su predominio, el caballo no
es el único animal que aparece en la película, en una escena podemos ver a un
camello siendo empleado como animal de carga, lo que permite mostrar la riqueza
de la fauna de Mongolia.
Me
atrevería a afirmar sin miedo a equivocarme que estamos ante un clásico
atemporal mongol y una propuesta bastante interesante para todo aquel amante
del cine de aventuras, de la historia o de los caballos.
Víctor A.
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