miércoles, 17 de abril de 2013

Málaga me da vida.


Mis orígenes están a algo menos de doscientos kilómetros al norte de Málaga, pero cada día me siento más de aquí. Hace dos años cuando llegué supe que muchas cosas iban a cambiar en mi vida, de hecho ya venía casi predestinado a que esta ciudad me cautivara.

Para mí Málaga es vida, es arte y es felicidad. Y digo esto cuando dentro de poco la dejaré atrás, pero espero que no por mucho tiempo. Espero volver cuando sea adulto y esté bien formado, por el momento me toca revolotear por el mundo.

Tengo ese miedo a no volverla a ver y es que Málaga te engancha con sus calles, sus playas y como no, sus espetos de sardinas. Aquí se vive feliz. Las preocupaciones las puedes ahogar en el mar con un simple paseo por la orilla de sus costas. Puedes llenar el estómago de risas con una cerveza sentado en los muelles  del puerto mientras, a lo lejos, divisas Gibralfaro y La Manca.

Pero el verdadero encanto de Málaga corre por sus calles. En esos abuelos de la esquina que con gracia critican el partido del domingo, en los garitos de mala muerte repletos de buen rollo cada jueves y que cojones, en la morena que te sonríe.

Jorge Ayllón García

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