miércoles, 17 de abril de 2013

Malagueña salerosa

La verdad que llevo ya un tiempo frustrada porque no sabía de qué narices hablar en esta entrada. Porque me puedo poner a contar anécdotas, como cuando un pato del parque me mordió el dedo, pero eso lo reservo para mi autobiografía.

Así que como no sabía de qué hablar, hablo del tiempo:

Invierno: Agradable, hasta que llega una ola de frío (pongamos de Siberia) o unas semanas de lluvia interminables en las cuales Málaga se convierte en un caos. A veces el periodo de lluvia coincide con Semana Santa, lo cual debe ser una señal divina.

Primavera: Tras el suplicio del invierno (que aunque esto no sea Rusia, de algo habrá que quejarse) llega esta estación. De pronto empieza el calor. Pero estás confuso, porque es abril y no puede hacer tanto calor. Así que sales a la calle con bufanda, pero te asas. Y al día siguiente sales a la calle con chanclas, pero te congelas.

Verano: Normalmente acompañado de su respectiva ola de calor, semana en la cual por alguna ley del universo todos los aparatos que pudieran darte algo de fresco, se rompen. También están los días de terral, ese viento sequísimo y caliente con el que no puedes respirar. Sin embargo, el calor en Málaga suele ser húmedo. Compadezco al que tenga un sofá de cuero.

Otoño: No hace frío, no hace calor, pero la gente echa de menos el verano.

Por cierto, un saludo a la estatua al señor Cánovas del Castillo. Si alguien ve ahí a Cánovas, tiene mucha imaginación.  


Fuente: www.juntadeandalucia.es
 
 
Ana Algarín López 

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