sábado, 20 de abril de 2013

Tan lejano, pero tan cercano.



El cine, el séptimo arte. Desde los principios del cine su controversia a partido desde el punto de vista que éste debe tratar a la realidad. Los formalistas que defendían una producción de un cine poético y sugerente, y los realistas, que defendían al cine como una representación de la realidad. No se puede establecer cuál de estos teóricos tenia la "verdad absoluta" de cómo debía ser enfocado el cine y la realidad, puesto que cada individuo, desde mi punto de vista, busca en el cine un complemento distinto al de otros.
En mi caso, creo, que la realidad como tal y objetiva, muy difícilmente puede ser representada aunque pueda tener más o menos grado de verosimilitud. Por otro lado, ¿Para qué queremos una representación de la realidad? La realidad es algo que está ahí, que nos acompaña cada día, ¿para qué queremos verla reflejada también en el cine? Además, cada individuo de esta sociedad tendrá su propia realidad, y en esta sociedad que en ocasiones peca de intolerante, nos empeñaríamos en discutir sobre qué realidad prevalece sobre otra.
El cine, desde mi humilde opinión, no es más que una forma de expresión más, es arte, no deberían de buscarse más alternativas ni controversias, es un término muy sencillo. El cine nos hace viajar, nos hace conocer mundos alternativos, con seres vivos diferentes, nos cuenta una historia. Una historia que no tiene por qué ser real, ni siquiera basada en hechos reales, puede ser totalmente ficticia, pero en el momento que esta historia nos haga reflexionar, nos haga sentir, emocionarnos, ¿Qué más da si es real o no? Ha conseguido su objetivo, y puede que de alguna forma deje huella en nuestra vida diaria, hasta el punto de hacernos cambiar algunos aspectos de nosotros mismos. Para mí, entrar en una sala de cine, es entrar en un mundo paralelo, a veces en busca de viajes, a veces en busca de reflexiones, y otras simplemente evadirnos de la realidad, vivir una historia que no son nuestras. Y cuando vuelven a encender las luces de la sala, sentir como tus pies y tu cabeza, vuelven a tocar el suelo, como vuelves a ser tú.
Y siguiendo en esta línea, tengo que defender al maestro Woody Allen, sin duda mi director  y guionista (sobretodo) predilecto. Y no precisamente porque me cuente cosas improbable, o fantásticas, si no porque cuenta historias, no reales, pero que podrían serlo. Es capaz de hacer que la ficción parezca real, pero añadiendo unos giros de casualidades imposibles o poco probables que viran por completo la historia. Cuenta historias cercanas, de las que es muy fácil, también gracias a su labor como guionista, sacar una enseñanza, una reflexión. Porque no es que la historia en sí, sea real o no, es lo que esa historia, acompañada de esas imágenes y de esa música es capaz de hacernos sentir.

Ainara Fernández.

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