¿Desde cuándo? No se… pero desde hace
mucho tiempo.
Este es uno de los lugares donde la hipocresía
y el frikismo son reyes y amantes; donde lo diferente se convierte en algo
corriente.
En La
Plaza la Marina el calor humano te embriaga con tan solo poner un pie en ésta, en la que no eres objeto de
burla o insulto como fuera de la misma.
¿Calor humano? No, “pasotismo” e
indiferencia.
La gente va a su rollo, divididos por
grupos como manadas de pequeñas criaturas marcando su compartido territorio.
Aquí nadie insulta o se burla del
vecino, simplemente se dedican a observar y dejar pasar, llamando tu atención
de forma energética y amistosa si eres atrayente.
En el ambiente se respira diferencia y juventud.
Siempre inundada por una oleada negra de
rostros pálidos y accesorios punzantes. Risas, cantos, combates y frases legendarias
de míticas series le dan el toque musical necesario y preciso para marcar la
diferencia.
Vecina de esta plaza es su esbelta y siempre
acompañada Calle Larios, donde el resto del pueblo hormonado y juvenil se reúne
todos los jueves noche para pasar la nocturnidad bebiendo como cosacos de un
local a otro.
Contadas veces he visitado esta plaza
con el solo pretexto de sentirme una más entre los demás y no el bicho raro de
pelo morado y negras prendas.
(…)
Camino por las estrechas calles de una Málaga
vespertina con la sola compañía de mi presencia escuchando los desagradables
ruidos y cuchicheos del resto de la sociedad, observando cómo la gente común y
aburrida se relaciona formando grupos humanos hipócritas y complacientes
preferidos por los mismos para no sentir la soledad que muchos piensan peor a
la falsa compañía.
El sol comienza a despedirse dándole un
saludo a la luna que poco a poco despierta con aplomo. Frente a mí, una
característica tienda propia de esta ciudad masiva.
Tita
Lolo,
un pequeño establecimiento donde las camisetas rockeras, bolsos de tumbas,
muñequitos vudú, accesorios de plata vieja y chapas entre otros abalorios
peculiares, decoran el local para gusto y consumidor del comprador especial.
¿Y qué me dicen de ese antiguo cine, el Albéniz? Sí; esto sí.
Corre el rumor de su conversión en un
teatro, pero no es creíble esta transformación, dicha teoría no se sostiene.
Rey y señor de los Festivales
cinematográficos, donde la gente amante del cine puede disfrutar del mismo con
la elegancia y necesidad propia del cinéfilo.
María Aguilar Cuenca
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